Aparición
Poco después de la hora del desayuno, en la azotea del inmueble situado en un extremo de la manzana, se posaron dos cigüeñas. Pocos las vieron llegar, pero no tardaron mucho tiempo en llamar la atención de los empleados de la Compañía de Seguros y Reaseguros, cuyo rascacielos se alza en el solar contiguo, varios pisos por encima. Plantados frente a los enormes ventanales, los oficinistas se quedaron extasiados ante un fenómeno tan entrañable y tan poco habitual en un entorno urbano, dominado por el ruido y el aire contaminado. Una de las cigüeñas permanecía de pie en la misma cornisa de la azotea, mientras su compañera se hallaba justo detrás, hecha un ovillo. El grado de expectación iba en aumento conforme pasaban las horas, e incluso los más indiferentes sufrieron alternaciones en su rutina diaria, al tener que prescindir de sus compañeros, que se comportaban como si nunca hubieran visto algo semejante, ni siquiera en los documentales de la televisión. A pesar de ello, nadie se molestó después en calcular el perjuicio económico que supuso la distracción simultánea de una parte considerable de la plantilla. Pero los comentarios acerca de quién sí y quién no había presenciado la singular aparición siguieron afectando la buena marcha de la empresa durante el resto de la jornada. A media tarde y de improviso, tal como habían llegado, las dos aves reemprendieron el vuelo.
Pedro Herrero
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